mercredi 21 mars 2012

beyond our means...

¿Generación cangrejo? No parece

La idea de que los jóvenes de hoy vivirán peor que sus padres está muy extendida

Sin embargo, no está claro qué es “vivir mejor”

¿Es mejor poseer una casa o contar con una buena formación?

Tomás Monreal y su hijo, Rodrigo, en una calle de Madrid. / ULY MARTÍN

¿Qué más pueden pedir los jóvenes de hoy en día? La pregunta suena a conflicto intergeneracional, pero la respuesta es sencilla: la mayoría se conformaría con un empleo y, si puede ser, que esté acorde con su formación. En todo lo demás, la comparación con la juventud de sus padres no resiste un análisis fino: ahora tienen formación, viajes, amigos por medio mundo, idiomas, moda, cultura, ocio, información, tecnologías y libertades. Todas. Muy pocos cambiarían su vida por la que llevaron sus padres a la misma edad. ¿Quién quiere estar casado con 24 años, tener tres hijos a los 28, vivir en un cuarto sin ascensor, viajar al mismo pueblo cada verano y comer paella todos los domingos? ¿Podemos hablar de que esta generación vivirá peor que la de sus padres? Cabe dentro de lo posible, pero, en términos históricos, España apenas se está desperezando de una larga siesta de carencias. Por eso, es difícil concebir que los jóvenes de hoy vayan a vivir peor que ellos, en una suerte de generación cangrejo.

“Decir que van a vivir peor que nosotros, cuando dos tercios de la población de entonces carecía de estudios universitarios, es improbable. Tenían un empleo, si, pero qué empleo; y tenían un piso, sí, pero qué piso. Lo que los jóvenes quieren tener es lo que tienen sus padres ahora, no lo que tenían a su edad”, dice Lorenzo Navarrete, profesor de Sociología de la Universidad Complutense. “El bienestar actual lo han proporcionado los años que vinieron a partir de la Transición, pero no los anteriores. Los que lo tenían antes eran una minoría en España”, añade.

Tampoco puede decirse que aquellos que fueron padres entre los setenta y los ochenta fueran una legión de infelices. Viajar en el tiempo requiere una revisión de las expectativas. Toñi Martínez, la madre de Bárbara, una treintañera que pasea su amueblado currículo sin éxito de una puerta a otra, lo explica muy bien: “Yo me casé con 24 años, después de ocho de novios, y no quise estudiar: mi meta era casarme y tener un piso y los hijos. Si hubiera estudiado me habría ido mejor, pero yo elegí mi vida. Bárbara ha tomado como prioritario tener un buen trabajo y yo creo que algún día lo tendrá. Está preparada para ello”. El de Toñi, que ahora tiene 57 años, fue en la industria del calzado, en Elda (Alicante), de poca estabilidad y unos ingresos bajos: “Había meses que no entraba un duro en casa, unos meses nos daban de alta, otros no; unos teníamos trabajo, otros no”, dice. “Mi vida fue buena, pero toda nuestra aspiración es que los hijos se formaran y tuvieran un futuro mejor”, explica. Ahora tiene 57 años y si le preguntan si cambiaría su vida por la de su hija, dice que sí: “Ahora no sería tan tonta”, se ríe. “Hubiera seguido estudiando y tendría un buen empleo”.

Se han dedicado demasiados recursos a empleos no cualificados

“Es verdad que el mercado de trabajo se ha precarizado tanto que se está poniendo complicado hasta para los titulados superiores”, explica el profesor de Economía de laUniversidad de Oviedo Florentino Felgueroso. Esos empleos estables que permiten organizarse la vida, llegan ahora alrededor de los 35 años, dice Felgueroso, pero el futuro, señala optimista, “solo puede ir a mejor”. Apunta, sin embargo, dos nubarrones: la enfermedad holandesa y el efecto cicatriz. La primera afecta a los universitarios que no encuentran empleo: “Hemos dedicado tantos recursos a sectores que demandaban poca cualificación, como la construcción, el turismo y la hostelería, que se ha descuidado la cantera para otros empleos cualificados. Pasó en Holanda en los sesenta y setenta: se volcaron en los yacimientos de gas y desatendieron otras cosas”, resume Felgueroso.

Del efecto cicatriz sí tiene la culpa la crisis. Felgueroso lo explica así: “Lo que le ocurre a una cohorte lo arrastras toda tu vida laboral. Si hay una generación en edad de trabajar que ha coincidido con la crisis y obtiene trabajos precarios será difícil compensar eso a lo largo de la vida. Esa cicatriz se habrá quedado. Afecta a los que están entrando a trabajar y a los que salen por despidos”. Quizá alguno de estos viva peor que sus padres, pero todo está por ver. La reforma laboral, que, entre otras cosas, puede traducirse en prescindir del trabajo de los padres, mejor pagados, para sustituirlo por el de los hijos, mileuristas, también podría lastrar el futuro de estos jóvenes.

Me casé con 24
años, tras ocho de novios: mi meta era
eso, y tener hijos”

¿Va a recuperarse Rodrigo Monreal de la crisis que no le deja avanzar a sus 28 años? ¿Conseguirá tener estabilidad laboral, comprar un piso y salir de vacaciones sin que le ayuden sus padres? Habrá que preguntarle de aquí a unos años. Por ahora, solo dice que no cree que pueda aguantar mucho más como está: en un piso compartido con otros tres por una de cuyas habitaciones paga 395 euros, más 20 de otros gastos. Apenas le quedan 100 para vivir. Eso el mes que ingresa 500 euros, que no es siempre. Estudió Enfermería y Podología, habla inglés, italiano y catalán. Pero cobra por cliente en la clínica de podología y a diario está ocupado una hora, dos, tres a lo sumo. La clínica se queda con el 60% de lo que abona el usuario. “Bueno, es que ellos ponen todo, y montar una clínica no es fácil”, reconoce.

Rodrigo va a preparar oposiciones a Enfermería que se convocan en el País Vasco y en Canarias. “En Madrid, la bolsa de trabajo está parada”. “No vivo mal, te acostumbras a lo que tienes, pero cuando mis padres se casaron, jóvenes, ambos trabajaban, ella enfermera y él empleado de banca, y se compraron un piso con garaje por cuatro millones y medio de pesetas en Talavera de la Reina. Solo querría tener las oportunidades de trabajo que ellos tuvieron”. Y nada más. A Rodrigo no le ha faltado de nunca de nada. Tampoco ahora, porque sus padres le ayudan cuando lo necesita. Esa es otra de las grandes diferencias en esta generación, que sus padres pueden cobijarles del chaparrón hasta que escampe... Rodrigo se irá con la familia este verano a Croacia.

Para el profesor Navarrete, “el disfrute, el consumismo de los jóvenes en las dos últimas décadas es, precisamente, el resarcimiento de sus familias, que les dan lo que ellos no tuvieron”, por eso no puede decirse que a la misma edad, vivieron mejor. Pero “ese bienestar no activa la agresividad darwinista necesaria para salir adelante, la que los padres sí tuvieron; no es más que un retardo, pasado un tiempo, con la preparación y la capacidad que tienen reconducirán la situación”. Son como dos caras de una moneda. La sobreeducación, y quizá la sobreprotección (algunos padres van a la universidad a interesarse por los estudios de sus pequeños), les anestesia para buscarse la vida, pero Navarrete está convencido de que una ley primará: aquella que dice que “el que sabe más, puede más y tiene más”, así que todo parece cuestión de tiempo.

Rodrigo envidia el piso
que se compró su padre
por 4,5 millones de pesetas

Pero el tiempo no pasa igual para todos. O mejor dicho, para todas. Aunque las expectativas de las mujeres no sean hoy las mismas que las de sus madres en los setenta y ochenta, no quiere decir que hayan renunciado a la maternidad, por ejemplo. Y para eso hay un reloj, que no solo se activa con el deseo de ser madres, también manda la economía. “Si hemos de tener en cuenta la teoría de la aversión al riesgo como un condicionante de las tasas de fecundidad, desde luego la estabilidad laboral y el nivel salarial van a ser determinantes. La incertidumbre por el propio futuro y por el de los hijos puede llevar la fecundidad a tasas aún más bajas”, opina Margarita Delgado, demógrafa del CSIC. “Hay un déficit entre el número de hijos que desean las mujeres y los que se tienen [en los hombres no se ha medido]. Eso indica una maternidad insatisfecha”, añade Delgado. Quizá este si pudiera servir como indicador de haber dado un paso hacia atrás. Quizá.

El economista Javier Andrés cree que no se ha medido con rigor científico nada que pueda dar una respuesta sobre si hay una generación de hijos que vive peor que sus padres. “¿Qué significa vivir peor? Habría que hacer un análisis de los salarios a lo largo del tiempo, del poder de compra, y todo eso no se ha hecho. Personalmente, no creo que vivan peor, ni que eso vaya a ocurrir. Hay muchos avances, incluidos los de la medicina, por ejemplo”, dice. En efecto, hasta para alargar la edad de la maternidad hay soluciones que empiezan a parecer magia.

Las familias están
dando a sus hijos justo
lo que ellos no tuvieron

Javier Andrés es optimista. Cree que España aún tiene margen intergeneracional. “Todavía hay ganancias entre generaciones, aunque lógicamente estas se irán reduciendo, porque llegará un día en que la mayoría de los padres tengan estudios superiores, por ejemplo, y un buen nivel de vida, como ocurre en otros países. Y los hijos tendrán más difícil superar eso, claro”. Lo que hay que frenar, dice, es el paro. “No es posible que hayamos tenido tres crisis, la de los ochenta, los noventa y ahora esta, en que el paro haya superado el 20% y todo en tan corto espacio de tiempo. Eso solo ha pasado en España”. Para Andrés, ciertas reformas laborales ayudarían a salvar ese extremo. “Si se reduce el endeudamiento se aliviará el futuro de las nuevas generaciones y si nosotros trabajamos más años, ellos tendrán que pagar menos por nuestro retiro”, opina.

Visto así, a Rodrigo ciertamente le costaría pagar la prejubilación de su padre en la banca, que a sus 59 años ya lleva varios retirado. Tomás Monreal peleó para compaginar estudios y trabajo, pero ganó el trabajo: aunque hubo décadas en que tener un título universitario se traducía de inmediato en un excelente empleo, también ocurría que algunos puestos se heredaban. Tomás Monreal obtuvo su primer empleo, a los 17 años, en el banco donde trabajó su padre. “Era así, en algunas ocupaciones los hijos nos colocábamos donde estaba el padre. Yo empecé poniendo sellos, luego hice algún curso y acabé fijo. A los 28 me casé, mi mujer era enfermera y tuvimos a los hijos rápidamente. Por eso no íbamos de vacaciones, pero vivíamos bien. Yo lo que cambiaría de mi generación sobre la de mis hijos es el uso de las nuevas tecnologías y cómo manejan toda la información con ellas”, dice. Y aquel piso en Talavera que no llegaba a los cinco millones de pesetas... Rodrigo pone cara de envidia solo de pensarlo. Si ahora estuvieran a esos precios...

La crisis, opina el profesor Navarrete, solo ha sido una ducha de agua fría, que puede incluso despabilar a esta generación. “Los padres actuaban de una manera inmediata para vencer las dificultades, eran más competitivos y rápidos en la primera batalla. Pero los jóvenes de hoy conquistarán más que sus padres. Todas las sociedades que han tenido una generación con esas potencialidades han ido a más. Solo están atrapados por la crisis. Eso, como decía mi abuelo, es trigo en la cámara”. Falta que el trigo se haga pan.

lundi 12 mars 2012

La république postmodernisme...

"M. Sarkozy est le premier président postmoderne de la Ve République"

Point de vue | LEMONDE | 12.03.12 | 15h17 • Mis à jour le 12.03.12 | 19h43

par Propos recueillis par Nicolas Truong

Selon l'historien et philosophe Marcel Gauchet, M. Sarkozy a assumé ouvertement"une ligne directrice suivie en catimini par ses prédécesseurs Mitterrand et Chirac : la banalisation française dans l'espace occidental et mondial".

Qu'est-ce que le sarkozysme ?

Il me semble se ramener à trois composantes principales : une composante personnelle, une méthode de gouvernement et sinon un programme, du moins une ligne de conduite. Chaque président a bien évidemment sa singularité, mais la personnalité de Nicolas Sarkozy a quelque chose d'exemplaire du point de vue de notre temps, elle a été perçue comme telle par l'opinion et elle se révèle déterminante à l'heure du bilan. En Nicolas Sarkozy, nous avons eu le premier président postmoderne.

Il incarne un individu avant tout privé qui n'a qu'un sens très relatif de ce qu'est la chose publique et de ce qu'est l'Etat. Dans un premier temps, sa parole libre, sa simplicité d'accès et son indifférence au formalisme ont séduit. Les choses se sont gâtées lorsqu'il est apparu que ce caractère direct et ouvert s'accompagnait d'une franche indifférence envers l'esprit de l'institution. Ce n'est pas le lustre de la monarchie républicaine qui est en cause, comme on l'a beaucoup dit. Les Français étaient mûrs pour un dépoussiérage de cette étiquette surannée. Le problème est plus profond. Il est que Sarkozy n'a tout simplement pas le sens de l'Etat.

Son comportement est typique de l'autoritarisme "sympa" que l'on retrouve un peu partout dans la société d'aujourd'hui. Il ne connaît que son inspiration personnelle. Il décide seul, en imposant ses foucades à coups de rodomontades. La réactivité et la détermination, qualités réelles face aux urgences, ont pour contrepartie des paroles en l'air et des initiatives intempestives. En cela, il est un personnage caractéristique de son temps. Le problème est que ce profil, qui peut faire merveille à la tête d'une entreprise, ne cadre pas avec ce qu'on attend des institutions républicaines.

De quelle façon son postmodernisme affecte-t-il sa manière de faire de la politique ?

La nouveauté la plus spectaculaire du sarkozysme a résidé dans l'adoption d'une méthode de gouvernement fondée sur la communication, avec un président omniprésent, qui fait l'actualité, en multipliant les annonces et en se déployant sur tous les fronts. En plus de ses aspects directement politiques, cette méthode est conçue pour répondre à des attentes nouvelles de la société. Nous vivons dans une démocratie non seulement d'opinion mais surtout d'émotion. Un crime sordide, une catastrophe naturelle, une fermeture d'usine, et le chef de l'Etat doit être sur place le plus vite possible pour exprimer sa compassion et marquer la sollicitude des autorités.

Les conséquences de cette omniprésence médiatique sont aujourd'hui flagrantes : une action publique devenue illisible pour les citoyens qui ne s'y retrouvent pas dans ces discours sans suite et ces zigzags permanents, voire ces contradictions élevées à la hauteur d'une institution. Cette logique de la communication a fini parsaper la crédibilité de l'action publique. Elle pose d'ailleurs une question qui va loin : cette fonction d'accompagnement des émotions collectives ne joue-t-elle pas au détriment de la conduite cohérente de l'action gouvernementale ?

Le sarkozysme représente-t-il véritablement une "rupture" avec les anciennes manières de gouverner la France ?

Je le crois. La rupture sarkozyste a consisté à assumer ouvertement une ligne directrice suivie en catimini par ses prédécesseurs Mitterrand et Chirac : la banalisation française dans l'espace occidental et mondial. Il a juste eu la prudence de contrebalancer cette orientation sans fard par le lyrisme gaullien issu de la plume d'Henri Guaino. Sarkozy s'est employé à faire rentrer la France dans l'espace occidental sur le plan de la défense ou de la diplomatie, à l'inscrirepleinement dans le mainstream européen.

Même les débuts dits "bling-bling" du quinquennat de Sarkozy sont à lire dans cette lumière : ils participaient de la volonté de "décomplexer" le rapport des Français à l'argent. Il ne faut pas voir là une simple faute de goût : il y avait derrière l'ambition d'arracher le pays à sa vieille hypocrisie catholique face à la réussite matérielle.

En quel sens peut-on dire que le sarkozysme a été une façon d'américaniserla France ?

Les élites européennes ont renoncé de fait à poursuivre la recherche et l'affirmation d'une identité propre. Elles considèrent implicitement que l'Europe n'a plus rien de spécifique à apporter. Elles sont acquises à l'idée que les Etats-Unis sont le laboratoire de la modernité dont il n'y a qu'à s'inspirer. Il ne s'agit plus d'alignement sur le "hard power" américain, comme à l'époque de la guerre froide. Ce qui compte désormais, c'est le "soft power".

Ce n'est plus le Département d'Etat qui est important, ce sont les universités : Stanford, Harvard, Chicago ou le MIT comptent infiniment plus par les idées qu'elles diffusent que les moyens colossaux du Pentagone. Il ne s'agit plus de stratégie, mais d'économie ; il ne s'agit plus tant de puissance que de modernité technique, managériale et financière. Tel est le noyau dur de ce programme diffus, mais très puissant, dont les variantes peuvent aller du multiculturalisme jusqu'à l'économisme libéral le plus affirmé.

Cet entraînement consensuel a conduit l'Europe à abdiquer toute ambition en matière aussi bien politique que culturelle, intellectuelle ou philosophique. Au mieux, elle défend mollement son "modèle social". C'est ce renoncement à l'oeuvre dans l'intégration européenne telle qu'elle est pratiquée depuis les années 1990 qui est la source la plus profonde de la frustration des peuples à son endroit. A quoi bonconstruire l'Europe si c'est pour la dissoudre dans la mondialisation ?

A cet égard, la rupture sarkozyste aura probablement une postérité durable, quoi qu'il arrive. Elle n'a fait que dire tout haut ce qui se faisait tout bas et qui continuera de se faire, sous diverses formes, il y a tout lieu de le croire. Ce n'est pas l'arrivée des socialistes au pouvoir qui modifiera l'inspiration des directives européennes. Il en faudra beaucoup plus pour nous délivrer des sornettes de l'OCDE sur l'éducation ou des aberrations du "New public management" dans la gestion de l'Etat. Ce troisième point du sarkozysme risque fort de rester au programme, quelle que soit l'issue des élections.

La candidature "normale" de François Hollande est-elle un contrepoint, voire un antidote à "l'exceptionnalisme" du sarkozysme ?

Ce n'est pas par hasard si Hollande s'est imposé face à Sarkozy au moins comme un challenger redoutable et un possible vainqueur : il a frappé au défaut de la cuirasse en parlant du président "normal" qu'il entendait être, un président qui sait qu'il a été désigné pour l'exercice d'une fonction publique, et qui entend l'incarnersur un mode contrôlé et impersonnel. Non pas une star de cinéma qui met en scène son ego, mais un homme qui s'efforce de créer du consensus entre les citoyens pour mener une action en nom collectif. Si Hollande est élu, c'est à ce positionnement qu'il le devra pour une part essentielle. Au fond, cette campagne se résume à un match sur le style personnel des deux principaux candidats : c'est là encore un effet du sarkozysme.


Marcel Gauchet est historien et philosophe. Rédacteur de chef de la revue Le Débat.

Violencia machista... Basta YA!

El rostro de la violencia machista

Comienza en Bruselas el juicio contra un hombre que desfiguró a su novia con ácido

Patricia Lefranc y sus abogados, durante el juicio. / YVES HERMAN (REUTERS)

La vida de Patricia Lefranc, de 45 años, dio un giro hacia el infierno la tarde del 1 de diciembre de 2009. Una llamada al portero automático de alguien que decía traerle un paquete le hizo tomar el ascensor para bajar a recogerlo. Al pisar el portal, una ducha de ácido sulfúrico le destruyó el rostro y le causó quemaduras gravísimas en el 30% del cuerpo. La gravedad de las lesiones hizo temer por su vida a los médicos, que durante tres meses la mantuvieron en coma inducido.

Con dificultades para moverse, Lefranc asiste ahora al juicio contra su agresor y antiguo novio, Richard Remes, un hombre de 57 años que entre las muchas versiones que da de lo sucedido habla de “una broma que salió mal”. No quería causarle semejante daño, y prueba de ello es que había rebajado el ácido, dice Remes. Según él, solo se trataba de dar un susto a Patricia porque quería dejarle.

En la primera sesión del juicio, Remes ha reconocido haber investigado sobre el ácido sulfúrico "únicamente por curiosidad". "Después, la idea [de la agresión con esta sustancia] fue germinando en mi espíritu. Quería marcarla, pero nunca imaginé que sería tan rápido", ha continuado. "Yo amaba sinceramente a Patricia Lefranc (...). Pero con ella, un día era blanco y otro negro, un día te amo y otro te dejo", ha asegurado el acusado.

Distintos testimonios y las pesquisas policiales le contradicen y apuntan a un ataque premeditado perpetrado por alguien sin la más mínima capacidad de ocultar sus huellas, pese cubrirse de negro y con un casco en el momento de la agresión. “Ha sido Richard”, pudo decir Patricia, entre gritos de infinito dolor, a quienes la socorrieron. Richard vivía en otro piso del mismo inmueble. Ahora se juega 30 años de cárcel. Lefranc fue condenada a perpetuidad por Remes.

Que batalla se ha librado y ganado en el mundo diciendo estoy a favor del consenso?